marzo 28, 2024

Gerona, crónicas del disimulo

 

Abraham Martínez

 2. La danza

Al momento, los conductores comienzan a llamar, algunos tocan el claxon. Aprovecho la estridencia, me estaciono lentamente y provoco que los demás bloqueen el paso y el semáforo cambie a rojo. Así, cuando dejo el auto aún puedo darle alcance sin llamar su atención. Camino cerca de ella como turista que soy, observando los edificios y portándome distraído. La calle está un tanto mojada por la ligera brisa matinal, es una mañana nublada.

 

 Entiendo el abrigo, la postura recogida sobre sí misma. Noto un aroma de perfume fuerte, recién aplicado, tiene poco de haberse bañado, la piel aún se le nota brillante, tiembla un poco. La acera está recubierta de cantera y eso le da un toque muy elegante a la avenida, bollas encadenadas marcan los sitios de estacionamiento, las esquinas están resguardadas, se ha procurado mantener el estilo moderno de las lámparas. Para armonizar, los anuncios han sido diseñados siguiendo la misma pauta, letras de fantasía, colores discretos con ligeros acentos en matices puros:

 -Disculpe, señorita, ¿el Café Orlán?

-Está a unos pasos, allá voy.

-Qué detalle conservar los anuncios de época y el mobiliario.

-No se deje engañar, todo es a propósito.

 Mientras, comienzo a recordar la lección de Manolo Murat. El apellido es engañosamente francés, pensado así para agregarle distinción a este excéntrico profesor. Jubilado hace pocos años, se mantiene dando pláticas en uno de estos cafés, por ahora me apoyo en él para conocer nombres, familias, hechos y tiempos. Noto que estamos a unos pasos de llegar, ella ha bajado el ritmo de su andada. Suena un teléfono, se detiene un momento para buscar en su bolso y contestar, sigue caminando.

 -En verdad voy a otro lugar que, me indicaron, está al frente, el Café Azul.

-Pues su cita no piensa bien las cosas, casi todas las mesas están afuera. Tiene que apurarse si quiere un lugar cubierto.

-No tengo problema, sobre todo, quiero algo caliente y desayunar, ¿gusta?

-¡Ah!

 

Tomo del bolsillo de mi pecho cajetilla y encendedor. Ella retrocede con gesto de desaprobación, bajando un poco sus lentes, me deja ver por un instante sus pupilas negras y su piel aperlada. Sobreentiendo lo necesario. Cierra los ojos y estirando un poco el brazo me indica.

 -Azul, cruzando la calle.

-Muchas gracias señorita. ¿Con quién he tenido el gusto?

-Mucho gusto, que tenga un buen día, no lo hago esperar.

-Buen día.

 Para no importunarla más hago una reverencia y lentamente doy vuelta para cruzar, el paso está despejado. El lugar tiene una pequeña barra y escondida, una gran cocina, entro varios pasos para encontrar un mesero y preguntar por una mesa, lo suficiente para que se justifique que tenga que voltear hacia la avenida. Ella se demora con el capitán del Orlán, que está organizando el serivcio. Le asignan una mesa afuera, pido entonces lugar una fila antes de la acera, para tenerla en foco.

 El verdadero apellido de Manolo es Morelos. Su familia no es muy antigua en Gerona, pero llevan por lo menos tres generaciones trabajando para la universidad estatal, que tiene su sede aquí. Él mismo lo cuenta con grave orgullo, su abuelo llegó desde la Ciudad de México para hacerse cargo de la organización y administración de la recién fundada Biblioteca Universitaria, nutrida por donaciones de la Universidad Nacional y de los políticos del lugar. Su padre vivió largos años al servicio de la misma y consiguió un puesto académico, que heredó a su hijo.

 Por un momento la pierdo de vista, no ha salido. Enciendo un tabaco y me relajo, seguro de mi suposición. Manolo comenzó a ayudar a su padre, en la preparación de sus cátedras y el cuidado de los libros, por lo menos, desde los 10 años, para él la universidad ha marcado su tiempo. Se especializó en historia, por cierta afición a las fechas y las anécdotas, asimismo hizo amistad con varios de los “prohombres” de Gerona, pues durante las primeras décadas, la estatal albergó casi con exclusividad los apellidos autóctonos más importantes, puesto que pocos podían darse el lujo de estudiar.

 Las familias y sus historias son la especialidad de Murat, más allá de su doctorado en estudios clásicos. Ella regresa a su sitio, se ha arreglado el cabello y retocado el maquillaje. Ya no trae gafas, algo le ha hecho a su abrigo que luce más acolchado, ajusta su cintura y reafirma su postura.

 

Abraham Martínez

Toluca, febrero de 2017

 

 

José Abraham Martínez Maldonado

Productor plástico y académico egresado de la UAEMéx. Maestro en Humanidades. Su trabajo engloba la práctica artística, la escritura y la investigación.

 

Se desempeña en la docencia del arte, las humanidades y el diseño desde 2008. Gestor e instructor en los Diplomados en Historia del Arte en el CCU “Casa de las Diligencias” desde 2015. Premio Arte Abierto, Arte para todos, 2011. Becario FOCAEM, 2010.

         

Facebooktwittergoogle_plusredditpinterestlinkedinmail

Publicaciones relacionadas

Haga un comentario