mayo 01, 2024

Patadas  de ahogado  El Aquelarre

 

El Gordo Henry

Desde dentro del área de seguridad acristalada, Emir Garduño Montalvo no pudo hacer mucho para salir de la prisión en la que está desde el 7 de junio, sólo alcanzó a decir que teme por su familia, después de que el juez lo vinculara a proceso por presuntamente haber agredido a un policía federal en la vía pública. 

 

Un día antes, sus abogados obtuvieron el perdón por parte del propietario de un bar en el que Emir – acompañado de su séquito- no quiso pagar la cuenta y disparó un arma 10 veces. Eso le dio cierta confianza y calmó un poco a su familia.

Pero no era todo. 

Al día siguiente, todos regresaron al juzgado, tal vez con la convicción de que el hombre  de recibir a ese hombre de barba de candado, cara redonda y mal encarada pero extrañamente ataviado de una camisa con mancuernillas, barba recortada, cabello perfectamente limpio y peinado, a quien incluso se le permitió tener hojas, un bolígrafo, tomar agua y hasta beber café.
Pensó que podría reunirse con su familia horas más tarde. No fue así. Él se quedó dentro. Ahora en calidad de procesado.

 Si, su familia se enojó y mucho. Hubo hasta amenazas en contra de la víctima y los reporteros que cubrían el hecho, por eso tuvieron que salir corriendo del juzgado. La familia asumió que tenían la razón con ellos. 

El poder y el dinero provocaron que Emir y su familia creyeran que todos debían favorecerles, que nadie más que ellos podían salirse con la suya, que ellos debían prevalecer sobre los demás, sin importar cuánto debieran abusar, sobajar y humillar.

 

No contaban con toparse a un juez y a una víctima que no se quedó silenciada y que no se conformó con sólo dejarlo pasar por alto. Se encontró con alguien que sí denunció, que no aceptó las condiciones que otros buscaban imponer para su propio beneficio y que, en cambio, busca llegar hasta donde sea necesario para que el agresor viva un poco de lo que jamás ha vivido, estar en la cárcel, no comer bien, no beber, no vestirse con ropas de diseñador, no dormir con su familia y todo lo que implica estar en prisión, hasta que su situación se resuelva. 
Exacto, se sentían confiados y arropados por el poder y los billetes, pero, no le alcanzó para recuperar su libertad.

         

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